En cuanto a los humanos se refiere, muchas especies de insectos se alimentan de sangre y son vectores de enfermedades infecciosas graves para el ser humano, como paludismo, enfermedad de Chagas, enfermedad del sueño o tripanosomiasis africana, fiebre amarilla, dengue, tifus, peste bubónica, Leishmaniasis, filariasis y elefantiasis.
En el caso de la agricultura, los insectos han venido ocasionando perjuicios graves a los cultivos. Los daños que ocasionan pueden ser indirectos (disminución de la superficie fotosintética, reducción de la capacidad de extracción de agua y nutrientes del suelo) como directos (pérdida de flores que van a dar frutos o los mismos frutos). Además, muchas especies se alimentan de la savia de las plantas (un perjuicio directo ya que extraen los nutrientes que deberían dirigirse a las hojas y frutos) y también transmiten un sinnúmero de enfermedades, particularmente virosis que tienden a deprimir aún más los rendimientos potenciales de los cultivos. Durante su crecimiento los árboles son atacados por dos grandes grupos de insectos: los que atacan el follaje y los que perforan la corteza o la madera. Los primeros suelen ser larvas de mariposas e himenópteros. El segundo grupo está constituido por insectos perforadores, en su mayoría larvas de coleópteros, como los bupréstidos, anóbidos, bostríquidos, cerambícidos y escolítidos. Los más dañinos de los insectos que atacan la madera, sin embargo, son las termitas.